Antes de un taller con metodología LEGO Serious Play siempre estoy inquieta. Emocionada y al tiempo nerviosa. Días atrás siempre el diseño de la actividad, la finalidad, los materiales precisos, el orden de las actividades y especialmente el enunciado de los retos constructivos. Lo suficientemente ambiguo para poder liberar la mente creativa y dar espacio a lo lúdico y lo suficientemente enfocado y pertinente para que la actividad aporte el máximo valor al objetivo. Mi compañera Leyre Cano es más de fluir y yo soy más de centrar y así, sin haberlo previsto surge una “improvisación planificada” y el grupo fluye se centra con cada actividad.
Las construcciones con LEGO Serious Play son juego serio, no son improvisadas. Es la gamificación al servicio del objetivo. Siguen una estructura completa basada en un proceso central y diferentes actividades que progresivamente van profundizando hasta alcanzar ese objetivo.
Cuando el grupo construye también parece al principio una suerte de improvisación. Después viene ese momento en el que cada persona describe lo que hizo, aporta detalles, lo conecta con el reto. Es el momento mágico en el que el juego se hace serio y operativo. Suelo pensar que es más bien un ejercicio de “juego práctico”.
Después pasamos de la visión individual a la visión compartida. De nuevo conversaciones improvisadas en el marco de preguntas bien planificadas.
Reflexión, planificación y finalmente ¡acción!. Esa última actividad de concretar y acordar un plan le da al taller su sentido máximo, de manera que haya sido un juego para el cambio.
De esta forma las personas que participante en el taller pueden fluir en esa construcción improvisada y todo gracias a la cuidada planificación previa.